La antigua central eléctrica del lado canadiense ofrece una nueva perspectiva frontal de uno de los grandes espectáculos de la naturaleza muy cerca de la ciudad de Toronto
Las cataratas del Niágara son uno de los grandes espectáculos de la naturaleza y uno de los saltos de agua de dimensiones colosales más accesibles del planeta. Son también un destino turístico de primer orden y, como tal, cuentan con atracciones naturales y una oferta de ocio que se va renovando poco a poco. Y la última novedad, realmente majestuosa y que aporta una perspectiva diferente para admirarlas, es el túnel que las atraviesa, llamado simplemente The Tunnel, dentro de la central eléctrica de Niagara Parks.
Comparado con las cataratas Victoria en África o las Iguazú en Sudamérica, las del Niágara no son ni las más voluminosas ni las más grandes. Su caída es de solamente 51 metros, pero son tan anchas y extensas que su estruendo y efecto envolvente -que a veces empapa a los curiosos- son realmente mágicos. Su estampa más famosa es la cascada en forma de herradura, las Horseshoe Falls, en la parte canadiense, en el mismo lado que The Tunnel. Marlyn Monroe, Superman… gracias a Hollywood cada generación tiene una imagen de las cataratas del Niágara. A continuación, te explicamos cómo descubrirlas.
Las coordenadas
El río Niágara, corto, de apenas 56 kilómetros de recorrido, hace de frontera entre Estados Unidos y Canadá, y de hecho une dos de los grandes lagos de Norteamérica, pues fluye del Erie al Ontario, en cuyas orillas se encuentra la ciudad de Toronto, la más cosmopolita y poblada de Canadá. Las famosas cascadas se encuentran a unos 140 kilómetros de Toronto, unas dos horas en vehículo, aproximadamente. Por el lado estadounidense, son unas siete horas en coche o un vuelo de una hora a Buffalo. En realidad, las cataratas son tres saltos de agua, el de herradura en Canadá, y en la parte de Estados Unidos, dos caídas vertiginosas, el Bridal Veil (‘Velo de Novia’) y el American.
La novedad
El túnel, de 670 metros de largo, fue inaugurado para los visitantes en 2022 e incluye un mirador de privilegio, frente a la catarata de herradura, pero lo bastante cerca como para que el vapor de agua empape la pasarela. ¡Chubasquero imprescindible! En poco tiempo se ha convertido en uno de los reclamos de esta parte de las cascadas. El túnel no ha sido excavado a propósito. Al contrario. Existe desde hace más de un siglo, pero se utilizaba para la infraestructura hidroeléctrica, que aprovechaba el poder del agua para generar electricidad. De hecho, el túnel de ocho metros de alto y seis de ancho, era por donde el agua volvía al río una vez había hecho girar las aspas de las turbinas. En la visita ya se explica cómo funcionaba la instalación y la sala del generador ha sido restaurada para tener una visión completa de lo que era.
Lo bueno de pasear por el túnel, con un resplandor de luz y un rugido al final, es que ayuda a entender que estás en un entorno único entre aguas poderosas y va concienciando para la experiencia de llegar al balcón que muestra la caída en todo su esplendor: más que agua, parece espuma de tanta fuerza con la que se precipita y el estallido es incesante. La aventura empieza en un ascensor acristalado que desciende por los pisos subterráneos y ayuda a entender la magnitud del lugar natural y de la central eléctrica. Para visitarlo hay que dirigirse a la entrada de Niagara Parks Power Station. La entrada cuesta a partir de 28 dólares canadienses (unos 19 euros), más si se quiere el tour guiado. Journey behind the Falls también lleva a la base por una serie de túneles, pero al final se sale al lado de las cataratas, más cerca y con más estruendo que en la Power Station, pero sin la vista de frente.
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Lo tradicional
Además de descubrir el túnel, cualquier visita a las cataratas del Niágara debe incluir también algunas de las atracciones y actividades habituales. En el lado canadiense, la más recomendable es el paseo en el barco Maid in the Midst, que lleva el nombre de la leyenda más famosa de los indios Neuter que poblaban la zona antes de la llegada de los europeos. La embarcación procura la experiencia más inmersiva hasta el punto de que hay un momento en que parece que las agitadas aguas van a engullirte. No hace falta decir que vas a calarte hasta los huesos, así que es mejor tomar precauciones. Vale la pena, realmente. Sin salir de Canadá, la Torre Skylon, un ascenso a un rascacielos para tener una perspectiva aérea de las cataratas, y la Zipline, la tirolina, complementan las sensaciones adrenalínicas. También se puede recorrer la zona de ocio y restaurantes de Clifton Hill.
El lado americano
Muchas veces se discute si es mejor visitar las cascadas desde el suelo canadiense o estadounidense. La verdad, lo más aconsejable es no elegir, sino patear las dos. Aunque hay que tener en cuenta que son dos países diferentes y, por lo tanto, prever con antelación cualquier trámite fronterizo. En EE.UU., por ejemplo, hay que haber solicitado el permiso ESTA y, en Canadá, el equivalente, llamado eTA. En los dos lados hay vistas que quitan el aliento y experiencias adrenalínicas. En la parte americana también se ofrece un recorrido en otro barco Maid of the Mist, que se mueve entre los dos saltos de agua en su territorio. Esa zona tiene una extensa red de senderos y escaleras con remojo asegurado (Cave of the Winds) e incluso se puede acceder al mirador de la isla Goat, en la parte de arriba entre las dos cascadas, una aventura vertiginosa. También encontrarás la torre de observación, un mirador con dos plantas (Prospect Point), frente a las cascadas.
Maravillosa Toronto
La urbe más populosa de Canadá es una de aquellas ciudades que merece visitarse una vez en la vida. De hecho, lleva décadas mostrando el futuro de la mezcla y diversidad de comunidades del mundo. Es muy recomendable recorrer sin prisa los barrios (‘neighbourhoods’). Por ejemplo, en el Chinatown tendrás la sensación de estar en China y te será difícil encontrar un cartel en inglés. Las principales atracciones de la ciudad son la Canadian Tower, la torre de telecomunicaciones que en una época fue la más alta del mundo con un mirador, el Toronto Island Park -nada que envidiar al Central Park de Nueva York-, el mercado St. Lawrence y el impresionante ROM (Museo Real de Ontario), que en 2002 fue renovado con una estructura deconstructivista firmada por el arquitecto Daniel Libeskind. En los alrededores de la ciudad destacan el castillo Casa Loma y el crucero que surca las 1.000 islas del lago Ontario. Y ya cerca de las cataratas, una de las joyas escondidas, el encantador pueblo Niagara on the lake, nada que ver con el bullicio turístico de Clifton Hill.
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Conclusión
Puede que tengas en la cabeza la idea de que visitar unas grandes cataratas implique una aventura por la naturaleza, con largas caminatas y algunos sacrificios. No es así en las del Niágara, que se pueden ver después de aparcar el coche en un parking. Están al lado de pueblos y cerca de grandes ciudades, pero nunca decepcionan. No en vano es uno de los grandes destinos de luna de miel de los norteamericanos. Destilan romanticismo y belleza a raudales. Y el nuevo túnel del lado canadiense supone un aliciente más para saborear el poder de la naturaleza en todas las épocas del año, aunque en invierno corres el riesgo de que las cataratas… se hielen del todo.